lunes, 17 de agosto de 2009

adorno...


En una carta a su querido Walter Benjamin, en quien tuvo un aliado pese a todos los desacuerdos (o acaso gracias a ellos), Adorno confiesa, no sin orgullo: "De mi existencia empírica muy pocas cosas merecen señalarse; sí, en cambio, de la intelectual". En verdad, esta declaración podría aplicarse a toda su vida, ya se la considere segmentada en fases o como una continuidad. Pues al leer las diversas biografías de Theodor L. Wiesengrund Adorno, desde la inteligente y concisa de Hartmut Scheible –lamentablemente no traducida al español– hasta la monumental e indiscreta de Stefan Müller-Doohm, no se puede dejar de tener la sensación de que este controversial pensador careció de una existencia externa.En él, pareciera que la verdadera, la única trayectoria es el proceso intelectual, sin gran correlación directa con los problemáticos contextos en los que ocasionalmente se hallaba. ¡Ni siquiera el régimen nazi parece haberlo jaqueado!

Tras una cómoda etapa de formación que describe un triángulo con vértices en Frankfurt, Viena y Berlín, el ascenso y consolidación de Hitler lo llevan a Inglaterra, donde estudia en Oxford, y luego a los Estados Unidos, con estaciones en Nueva York y en Los Angeles, y todo eso sin problemas burocráticos, aun siendo medio judío y (neo)marxista. Seres queridos y colegas padecen y mueren, por causas naturales o a manos de los nazis; Adorno continúa investigando, enseñando, y sobre todo, escribiendo.

texto completo en: http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2009/08/08/_-01973892.htm


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