martes, 29 de septiembre de 2015

PAÑUELOS DE ESCAPE

PAÑUELOS DE ESCAPE

Jueves 1 de octubre 19hs.
Colección Engelman Ost

Mi obra ha girado siempre sobre el eje del territorio, cómo lo percibimos, cómo lo recorremos y manipulamos desde sus dimensiones visibles y ocultas. Estas obras son mi estrategia: a partir de mapas de lugares reales o imaginarios, de dibujos de viajes donde todavía existe o queremos imaginar lo desconocido, construyo mis vías de escape. Son a la vez máquinas para perderse y dispositivos de huida: líneas de salida del espacio conocido.

Juliana Rosales

Flores de la montaña[1]

En cada tramo de este exquisito y provocador recorrido, Juliana Rosales propone un conjunto de piezas que se inspiran en los llamados “pañuelos de viaje”, con minuciosos detalles y significativa información literaria, logra unir contextos disímiles, entregando a la mirada contemplativa y aguda el desafío de reconocerse en una singular topografía.

Mientras la memoria es contenida también en estos planos, llenos de  habitares, Rosales a través del poema “Tus ojos” de Octavio Paz, nos muestra la ruta hacia el páramo, desde donde esperan ser liberados los “pájaros presos, doradas fieras adormecidas, topacios impíos como la verdad”. Esa verdad también se rebela en “Historias de muerte y militares, historias que no se conocen”, donde la obra cobra el sentido de un mapa de guerra, en el que la gestalt esta dominada por la presencia de una mancha que derrama el rojo de la sangre.

La incertidumbre como parte del devenir y la resiliencia como acto que da lugar a la vida se ponen de manifiesto en sus obras: “Qué queda de Charles Trenet y mi infancia”, en donde la artista muestra los rastros del camino personal visitado por voces que siguen cantando desde la memoria y “LA California estaba escrito en mis estrellas” da cuenta de impresiones despertadas por el mar tomando palabras de Ross Macdonald en “The Drowning pool”.

De esta forma emergen historias enmarcadas con el sufilado delicado y perfecto, en donde Juliana Rosales, deja aparecer las vértebras de Molly Bloom cuyas luces y sombras se reconstruyen una y otra vez en su propio eje, como cartografías plenas de deseo, que se sobreponen a la incertidumbre cotidiana. Tal como Molly Bloom señala al final de su monólogo en el Ulises de James Joyce:”… me dijo que yo era una flor de la montaña sí entonces somos flores todo el cuerpo de una mujer sí ésa fue la única verdad que me dijo en su vida…”, así podemos concebir estas obras con sus mapas y textos, como un ramo de flores de la montaña en la que cada una da cuenta de una mujer y la fuerte impronta de su recorrido vital. Estos mapas no son territorios complacientes, son afirmaciones que encierran el desafío permanente de revisar el presente, y de finalmente poder decir: “Si”.

[1] Joyce, James. Ulises.


Lic. Jacqueline Lacasa
Curadora

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